Mi viejo es burrero. Un aficionado por las carreras de caballos. De los que estudian. De los que saben la genealogía de las yeguas. De los que analizan los kilos, los jockeys, los entrenadores, su historial de carreras.

Tengo recuerdos de mi niñez donde él volvía de trabajar y veía las carreras por CrónicaTV mientras tomaba mate.

Dice haber ganado mucho en otro tiempo, no me consta.

En definitiva, burrero burrero. Muchas horas de su vida en torno a esta afición.


Hace un tiempo tuvo “una fija”, una apuesta segura, una yegua que no podría perder en esa carrera. El equino se llamaba Dormía Sola.

Pero no era una fija cualquiera, era una fija fija, era la madre de las fijas. Al punto de conseguir viajar más de 700 kms para verla correr en vivo y en directo en el hipódromo de Palermo.

Con tal dedicación y tales precedentes, te contagia las energías y te hace pensar _Che, quizás tenga razón, debería ponerle unas fichas yo también_. Se ve que muchos pensamos lo mismo.

Llegado el día de la carrera, a la salida de mi trabajo fui al hipódromo en Córdoba. De manera totalmente independiente mi tio también se llegó al lugar, motivado por lo mismo.

Simultáneamente mi madre viajo al pueblo cercano, para apostarle en la casa de apuestas local, encontrándose incluso con otros conocidos que iban por lo mismo.

Otros tantos preparándose para ver la carrera por internet.

En suma, decenas de personas movilizadas por una misma causa: el convencimiento de mi viejo; y por un mismo objetivo: Dormía Sola.


Lamentablemente el resultado no fue el esperado, no gano.

Pero resulto interesante la movida que se puede generar con base a una idea, una convicción contagiosa de una persona.